El científico y la rosa
Mons. Joan Piris Hoy os quiero reproducir un cuento muy aleccionador de un tal M. Menapace: Cuenta que le pidieron a un científico muy bueno estudiar los problemas de un rosal que pasaba por dificultades en su período de floración. Él tomó las cosas muy en serio. Primero estudió la tierra donde se había plantado el rosal, descubriendo una historia y unos condicionantes negativos en parte: estaba situada cerca de una pared cuyos cimientos dificultaban el camino de las raíces y donde precisamente habían sido arrojados los escombros de la construcción. Además, cuando la lluvia caía sobre aquella parte del tejado se descargaba en el alero que daba justo sobre la planta. No tenía sol por la mañana y en cambio, de tarde, tenía demasiado por el reflejo de la pared encalada que le devolvía el calor duplicado. Había motivos, pues, en la historia previa de aquella tierra y en el espacio que le tocaba compartir. Pero también encontró otros particulares en el mismo rosal y en la historia de su crecimiento: la variedad de la rosa no era la más conveniente para este clima, fue plantada fuera de época y de pequeña había soportado una terrible helada, que por poco acaba con su existencia. ¡Cuántos traumas y condicionantes! ¿Qué se podía hacer? Aparentemente se trataba de circunstancias irreversibles, o ya muy difíciles de cambiar.
De todos modos, los particulares del pasado de la rosa no daban ninguna explicación sobre su finalidad, el para qué de su existencia allí, en ese lugar y en esas condiciones. Y fueron nuevamente al científico queriendo saber para qué estaba justamente allí y no en otro lugar. Porqué el pobre rosal tenía que vivir en esta geografía e historia con tantos condicionantes. Y él, que era un científico de verdad, no un embaucador, les respondió: “Esto no me lo pregunten a mí. Pregúntenselo al jardinero”.
Y era cierto: la respuesta estaba integrada en un plan más amplio que el de la simple historia comprobable de aquella planta. El jardinero tenía un proyecto global que abarcaba todo el jardín. Conocía muy bien lo que el científico descubriría con su ciencia pero, aún así, quiso que la rosa viviera, y que su existencia adornara dolorosamente aquel concreto rincón del jardín, comprometiéndose a vigilar sus ciclos y a defender su vida amenazada. El jardinero estaba totalmente comprometido tanto con la rosa como con la vida y belleza de todo jardín. Ambas realidades dependían de un proyecto nacido en la sabiduría de su corazón, y para el que no bastaba la investigación del científico, que reducía su búsqueda a la mera existencia de la planta, individualmente considerada y en su geografía concreta.
Al médico podrás preguntarle los porqués de tu dolor. Al psicólogo sobre la raíz de tus traumas. Al historiador y al sociólogo por el pasado que te condiciona. Pero el para qué fuiste llamado a la vida aquí y ahora, eso tienes que preguntárselo a Dios, al Jardinero.
Por ello, para descubrir cuál es la vocación a la que hemos sido llamados, debemos buscar la respuesta en Aquel que nos puso en esta vida formando parte de un Proyecto, en Aquel que nos pensó con un sentido, con un para qué, con una misión que cumplir.
Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,
+ Joan Piris Frígola,
Obispo de Lleida
Fuente:: Mons. Joan Piris
Leer mas http://www.agenciasic.com/2013/12/12/el-cientifico-y-la-rosa/