¿Está dividido Cristo?

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martorell7Mons. Julián Ruiz Martorell      Queridos hermanos en el Señor:

Os deseo gracia y paz.

La apremiante pregunta que San Pablo plantea a los corintios (1 Cor 1,13) nos sigue interrogando en la actualidad.

Durante la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos experimentamos la alegría de renovar nuestro compromiso comunitario y personal de orar sin cesar y de actuar en favor de la unidad. Compartimos la preocupación por la calidad del compromiso ecuménico. Nos inquietan y escandalizan las divisiones entre cristianos. Los misioneros saben que su testimonio no resulta del todo creíble cuando los nuevos pueblos evangelizados descubren nuestras fragmentaciones.

La oración por la unidad de los cristianos motiva, ilumina y guía. La oración consolida los vínculos, contribuye a cicatrizar las heridas, robustece el impulso de aproximación fraterna, mantiene viva la esperanza, despierta la creatividad del amor. La oración es un medio eficaz para pedir la gracia de la unidad y constituye una expresión auténtica de los lazos realmente existentes entre todos los cristianos.

El canon 755 § 1 del Código de Derecho Canónico establece: “Corresponde en primer lugar a todo el Colegio de los Obispos y a la Sede Apostólica fomentar y dirigir entre los católicos el movimiento ecuménico, cuyo fin es reintegrar en la unidad a todos los cristianos, unidad que la Iglesia, por voluntad de Cristo, está obligada a promover”.

Cada año es preciso reforzar las iniciativas puestas en marcha para sostener y guiar la actividad ecuménica. Se trata de una obligación que hemos de promover con decisión.

Este año hemos de expresar nuestra solidaridad con todos los cristianos que sufren persecución o discriminación por causa de la fe en Oriente Medio, África y Asia. Son muchas las personas que arriesgan sus vidas, sus propiedades, sus recursos económicos, su inserción social, su seguridad laboral, por el hecho de proclamarse cristianos y actuar de modo consecuente con su fe.

La unidad no puede alcanzarse solamente con nuestros esfuerzos, sino que es obra del Espíritu Santo. Hemos de trabajar con intensidad y abnegación, pero siendo conscientes de que la unidad no es simplemente una tarea, un compromiso, sino, fundamentalmente, un don del Espíritu que hemos de suplicar y acoger.  El Papa Francisco escribe en la Exhortación apostólica “Evangelii gaudium”: “Es el Espíritu Santo, enviado por el Padre y el Hijo, quien transforma nuestros corazones y nos hace capaces de entrar en la comunión perfecta de la Santísima Trinidad, donde todo encuentra su unidad. Él construye la comunión y la armonía del Pueblo de Dios. El mismo Espíritu Santo es la armonía, así como es el vínculo de amor entre el Padre y el Hijo. Él es quien suscita una múltiple y diversa riqueza de dones y al mismo tiempo construye una unidad que nunca es uniformidad sino multiforme armonía que atrae” (nº 117).

Entre todos hemos de remover los obstáculos que se oponen a la voluntad unificante del Espíritu Santo. Hemos de superar todo lo que debilita la fuerza del amor. Hemos de avanzar hacia el cumplimiento de la voluntad de Jesucristo que quiere que seamos uno. Por ello rezamos para que nos sea concedida la anhelada unidad que disipa nuestras tensiones y divisiones. La oración, constante y confiada, nos acerca a la plena comunión visible de todos los cristianos.

Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell,

Obispo de Jaca y de Huesca

Fuente:: Mons. Julián Ruiz Martorell

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