Evangelizar desde la alegría

Evangelizar desde la alegría

Evangelizar desde la alegríaMons. Manuel Sánchez Monge      «El gozo del Evangelio» es ciertamente un documento programático, extenso pero sencillo de leer, que ha sido escrito pensando en cada uno de nosotros. El papa sabe muy bien que “hoy los documentos no despiertan el mismo interés que en otras épocas, y son rápidamente olvidados”, por eso se ha esforzado por componer un documento, profundo y concreto, a la vez. Si lo leemos y lo ponemos en práctica pronto veremos sus frutos.

1. El Evangelio es alegre

Con el lenguaje directo que le caracteriza nos recuerda el papa Francisco que no podemos ser cristianos de ‘Cuaresma sin Pascua’. «Un evangelizador no debería tener permanentemente cara de funeral». El papa constata que el consumismo y hedonismo que campean en la sociedad actual conducen a una tristeza individualista, que produce gente resentida, instalada en la queja, sin capacidad de engendrar vida a su alrededor. Él anuncia que se ha acabado el tiempo de los cristianos pesimistas, quejosos y desencantadoscon cara de vinagre. Los que “se dejan salvar por Jesús son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento». El Evangelio es «buena noticia» y por eso reporta alegría. «Con Jesucristo –dice el papa- siempre nace y renace la alegría”. Por eso nos invita “a una nueva etapa evangelizadora marcada por esta alegría”. Los cristianos anunciamos el Evangelio «no como quien impone una nueva obligación, sino como quien comparte una alegría. La Iglesia no crece por proselitismo, sino por atracción». Porque la alegría es como una especie de imán que atrae hacia Cristo.

2. Una Iglesia más abierta

«Jesucristo, advierte el papa, rompe los esquemas aburridos en los cuales pretendemos encerrarlo, y nos sorprende con su constante creatividad divina». Es necesario valorar a los fieles «que conservan una fe católica intensa y sincera, expresándola de diversas maneras, aunque no participen frecuentemente del culto». En segundo lugar, a las personas que no viven los principios cristianos, por indiferencia, hipocresía o corrupción. Pero lo más importante es abrirse a «quienes no conocen a Jesucristo o siempre le han rechazado». Ya Juan Pablo II nos recordó que “es necesario mantener viva la solicitud por el anuncio” a quienes están alejados de Cristo, “porque esta es la tarea primordial de la Iglesia”». Francisco recuerda la frase del Evangelio: «Habrá más gozo en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesiten convertirse».

Francisco quiere una Iglesia a la escucha de todos, como «casa abierta»; la prefiere mejor accidentada que enferma de temor a equivocarse. Y considera al obispo como alguien que va a veces delante, o mezclado con su pueblo, e incluso detrás para ayudar a los rezagados. «La comunidad evangelizadora experimenta que el Señor tomó la iniciativa, la ha ”primereado” en el amor. Por eso, ella sabe adelantarse, tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos”», dice el papa, quien reitera que prefiere una Iglesia «herida y manchada por salir a la calle» antes de que esté «preocupada por ser el centro». Si algo debe inquietarnos es que tantos hermanos nuestros vivan de espaldas a Jesús.

3. Una Iglesia más misionera

El papa sostiene que la actividad misionera es el mayor desafío actual para la Iglesia y subraya que la causa misionera debe ser la primera. «La salida misionera es el paradigma de toda obra de la Iglesia», destaca. «Todos estamos llamados a esta nueva salida misionera» y nos invita a «salir de la propia comodidad y a atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio». Más aún: el papa Bergoglio sostiene que «es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo». «Bajando hasta la humillación si es necesario», «tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo». «Sueño, nos dice, con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual, más que para la autopreservación». Esta misión exige una transformación de la Iglesia que afecta a todas sus estructuras, desde las parroquias, que deben estar más cerca de la gente y orientarse a la misión; hasta las iglesias locales, en las que se han de potenciar «los mecanismos de participación que propone el Código de Derecho Canónico y otras formas de diálogo pastoral, con el deseo de escuchar a todos»; y, por último, también en el papado, en donde se debe «encontrar una forma del ejercicio del primado», concediendo también atribuciones concretas a las Conferencias Episcopales.

4. Evangelización, tarea de todos

La evangelización es tarea de todo el pueblo de Dios. Ninguno está excluido. Evangelizar no es algo reservado a un grupo particular. Todos los bautizados están directamente involucrados en esta tarea. El papa Francisco explica cómo ella se puede desarrollar y las etapas que expresan su progreso. En primer lugar se detiene a subrayar «el primado de la gracia» que obra sin descanso en la vida de cada evangelizador. Desarrolla, además, el tema del «inmenso papel desempeñado por las diversas culturas en su proceso de inculturación del Evangelio, y previene sobre terminar cayendo en la vanidosa sacralización de la propia cultura». Luego indica el itinerario fundamental de la nueva evangelización en el encuentro interpersonal y en el testimonio de vida.

Finalmente, aboga por que la piedad popular sea valorada, pues ella expresa la fe genuina de tantas personas que en este mundo dan un verdadero testimonio de la simplicidad del encuentro con el amor de Dios. Por último, el papa hace una invitación a los teólogos para que estudien las mediaciones necesarias a fin de valorar las distintas formas de evangelización, no sin antes considerar ampliamente el tema de la homilía como forma privilegiada de evangelización, la cual necesita una auténtica pasión y amor por la Palabra de Dios y por el pueblo que ha sido confiado a los Pastores.

5. El fetichismo del dinero

Francisco no es un papa que arremeta contra nada ni contra nadie. Sólo lo hace y duramente contra el mercado porque nos ha infundido miedo y nos ha arrebatado la alegría. Critica sin paliativos la perversidad de la economía de mercado. «Tenemos que decir no a una economía de la exclusión y la iniquidad. Esa economía mata. No puede ser que no sea noticia que muera de frío un anciano vagabundo y que sí lo sea la caída de dos puntos de la Bolsa». No es verdad que el mercado provoque por sí mismo mayor equidad e inclusión social. Esta idea «expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico mientras los excluidos siguen esperando». Se ha instaurado «una nueva tiranía invisible, que impone sus leyes» y rigen «los intereses del mercado divinizado, convertidos en regla absoluta». «La posesión privada de los bienes, afirma el papa, se justifica para cuidarlos y acrecentarlos de manera que sirvan mejor al bien común, por lo cual la solidaridad debe vivirse como la decisión de devolverle al pobre lo que le corresponde». Hemos creado nuevos ídolos. La adoración del antiguo becerro de oro encuentra una versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía». Mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar.

6. No al aborto y al acceso de las mujeres al sacerdocio ministerial

Respecto al aborto, Francisco no tiene duda alguna: «No debe esperarse que la Iglesia cambie su postura sobre esta cuestión. Quiero ser completamente honesto al respecto. Éste no es un asunto sujeto a supuestas reformas o modernizaciones» y no se trata de que la postura de la Iglesia sea ideológica, oscurantista. “Esta defensa de la vida por nacer está íntimamente ligada a la defensa de cualquier derecho humano: supone la condición de que un ser humano es siempre sagrado e inviolable». Esto no le impide ejercer la autocrítica y declarar abiertamente: «También es verdad que hemos hecho poco para acompañar adecuadamente a las mujeres que se encuentran en situaciones muy duras, donde el aborto se les presenta como una solución rápida a sus profundas angustias, particularmente cuando la idea que crece en ellas ha surgido como producto de una violación o en un contexto de extrema pobreza. ¿Quién puede dejar de comprender esas situaciones de extremo dolor?».

7. Preferencia por los pobres

El Evangelio debe llegar a todos, sin ningún tipo de exclusión. Algunos, sin embargo, son privilegiados. Para evitar equívocos, el papa Francisco presenta su orientación: No tanto los amigos y los vecinos ricos, sino especialmente los pobres, los enfermos, aquellos que con frecuencia son despreciados y olvidados no deben quedar dudas ni subsistir explicaciones que debiliten este mensaje tan claro». «Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres, de manera que puedan integrarse plenamente en la sociedad». El papa recuerda que la opción por los desfavorecidos es «teológica» antes que sociológica, pues parte del ejemplo de Jesús, y subraya que los pobres «tienen mucho que enseñarnos». En su atención, además, va el bienestar de toda la población: «Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres… no se resolverán los problemas del mundo». Para los cristianos es algo apremiante, pues la comunidad cristiana que se olvide de ellos «corre el riesgo de disolverse».

8. Mayor presencia femenina

El papa reconoce la indispensable aportación de la mujer en la sociedad, con una sensibilidad, una intuición y unas capacidades peculiares que suelen ser más propias de las mujeres que de los varones y «cómo muchas mujeres comparten responsabilidades pastorales junto con los sacerdotes. Pero todavía es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia», especialmente en los diversos lugares donde se toman las decisiones importantes, tanto en la Iglesia como en las estructuras sociales. También deja claro que «la reserva del sacerdocio a los varones no se pone en discusión», pero subrayando que es necesario entender los ministerios como servicio y no como poder.

9. La Eucaristía no es sólo para los perfectos

«La Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas», escribe el papa. Y añade que las puertas de los sacramentos deben estar abiertas. Habla en particular del bautismo y de la eucaristía. De ella dice que no es un «premio para perfectos, sino un generoso remedio y un alimento para los débiles». Francisco no impone estas opiniones que pueden resultar controvertidas en el caso de los divorciados vueltos a casar, sino que propone una reflexión pastoral con «prudencia y audacia». También pide que la pastoral «no se obsesione» con «la transmisión desarticulada de una multitud de doctrinas».

10. El contenido de la fe y el lenguaje que lo expresa

Es necesario, por tanto, «concentrarse en lo esencial» y «saber que solamente una dimensión sistemática, es decir, unitaria, progresiva y proporcionada de la fe puede ayudar verdaderamente. Esto implica para la Iglesia la capacidad de evidenciar la jerarquía de las verdades» y su adecuada referencia con el corazón del Evangelio. Esto impide caer en el «peligro de una presentación de la fe hecha solo a la luz de algunas cuestiones morales como si ellas pudieran prescindir de su relación con la centralidad del amor. Fuera de esta perspectiva, el edificio moral de la Iglesia corre el riesgo de convertirse en un castillo de naipes, y este es nuestro mayor peligro». Hay que lograr un sano equilibrio entre el contenido de la fe y el lenguaje que lo expresa. Puede suceder, a veces, que la rigidez con la que se pretende conservar la precisión del lenguaje, vaya en detrimento del contenido, comprometiendo así la visión genuina de la fe.

Conclusión

«¡No nos dejemos robar la alegría de la evangelización!», advierte el papa con un lenguaje claro, inmediato, sin retórica ni subterfugios. El papa latinoamericano va al núcleo de los problemas que vive el hombre de hoy y que exigen de la Iglesia mucho más que una simple presencia. A ella se le pide una diligente acción programática y una renovada praxis pastoral que manifieste su compromiso por la nueva evangelización.

Como en otros momentos cruciales de la historia, también hoy la Iglesia siente la urgencia de afinar la mirada para cumplir la evangelización a la luz de la adoración; con una mirada contemplativa para continuar viendo los signos de la presencia de Dios. Signos de los tiempos no solo estimulantes, sino puestos como criterio para un testimonio eficaz.

El papa Francisco es el primero de todos en recordar el misterio central de nuestra fe: «No huyamos de la resurrección de Jesús, non nos demos por vencidos jamás, suceda lo que suceda». La Virgen María, estrella de la nueva evangelización, es el icono de la genuina acción de anunciar y transmitir el Evangelio que la Iglesia está llamada a realizar con gran entusiasmo e inmutable amor por el Señor Jesús.

† Manuel Sánchez Monge,

Obispo de Mondoñedo-Ferrol

Fuente:: Mons. Manuel Sánchez Monge

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