Palabras de fe: ¿necesitamos creer?

AGUSTINCORTÉS

AGUSTINCORTÉSMons. Agustí Cortés     La reacción que a veces adopta un agnóstico, cuando es interpelado sobre su fe, nos plantea a nosotros el gran interrogante de si realmente la fe es necesaria para una vida plenamente humana. ¿Podemos vivir sin creer en Dios o incluso, sin creer en el Dios de Jesucristo?

La verdad es que no podemos responder a esta cuestión sin hacer antes muchos distingos y precisiones. Después de hacer las convenientes aclaraciones, responderíamos que no es posible llevar una vida plenamente humana sin creer en Dios.

Hace unos años el intelectual francés Régis Debray, asesor de políticos de izquierdas, sin confesarse él mismo creyente, manifestó públicamente que, sobre la base de su estudio acerca de la historia del monoteísmo, había que reconocer el hecho de la necesidad constante en la humanidad de creer en Dios y que esta creencia era una fuerza positiva para el avance del mundo. El Papa Benedicto XVI recordaba frecuentemente que el resultado de un mundo construido al margen de Dios o contra Dios es, y ha sido de hecho, el fracaso de los grandes mesianismos, de los totalitarismos inhumanos, como el comunismo de Stalin o el nazismo de Hitler, incluso el cientifismo o el tecnicismo que sigue amenazando. George Steiner describió muy bien la nostalgia de Dios que han dejado estas fuerzas inhumanas. Este ensayista judío, que experimentó en su vida los estragos de aquellos mesianismos totalitarios, defendió la tesis de que sólo satisfaciendo la necesidad profunda que tiene el ser humano del absoluto trascendente, puede asegurarse una vida y un orden social realmente humano.

Parece que hay en todo ser humano una especie de pasión hacia Dios. Bertrand Russell se confesaba no creyente, pero reconocía en su interior tres grandes pasiones, según sus propias palabras, “la sed de amor, la búsqueda de conocimiento y una intolerable piedad por el sufrimiento humano”. Nosotros preferimos hablar de las tres pasiones que movían a San Agustín hacia Dios: las pasiones de ser, de conocer y de amar. Para que estas pasiones nos lleven hasta Dios, lo único que hemos de hacer es no poner ningún límite al deseo.

¿Por qué no todos alcanzan a Dios y están tranquilos? Porque somos educados sólo para la satisfacción de deseos cortos y pequeños, evitando las grandes expectativas y resignándonos a nuestros límites, como decía Jain Mathew en su libro El impacto de Dios. Entonces, con estos límites que nos ponemos, resulta una humanidad que sólo “sobrevive”, que existe para “ir tirando”, con la mirada baja y con el corazón resignado, aunque de vez en cuando se ría o se lo pase bien…

Los más profundos anhelos de la persona reclaman a Dios como garantía o apoyo de su esperanza. Afirmamos esto de cada persona, tanto como de toda la sociedad. ¿En qué se apoyarán la dignidad, la razón o la justicia, cuando falte la referencia del Dios creador? J. Guitton afirmó:

“Llega el momento, y llegará cada vez más, en que, quienes crean en otra cosa más allá de lo visible, serán necesarios para que lo visible sea amado; que una luz superior sea necesaria para conocer la luz; que para gustar el sabor del buen sentido, hará falta pedir la ayuda de los hombres de fe”.

De lo que sí estamos seguros es de que sólo la fe nos permite amar el mundo con los ojos del mismo Dios.

Agustí Cortés Soriano

Obispo de Sant Feliu de Llobregat

Fuente:: Mons. Agustí Cortés Soriano

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