Vigilantes ante la venida del Señor

Gratitud y transparencia

Mons. Atilano RodríguezMons. Atilano Rodríguez     Los profetas anunciaron a un Dios atento a las necesidades y vicisitudes del Pueblo elegido. El Dios de Israel no permanece alejado del mundo ni se olvida de la suerte de los hombres, sino que viene para quedarse con ellos y para acompañar su camino. Dios respeta la libertad humana hasta el extremo, pero no deja de buscar a sus hijos porque desea encontrarse con ellos para ofrecerles la liberación del pecado, de la muerte y de todo lo que impide su verdadera felicidad.

Este Dios, anunciado por los profetas, para mostrar su cercanía y amor a los hombres, en el momento culminante de la historia asume la condición humana en todo menos en el pecado. En Jesús de Nazaret, Dios hizo su entrada en el mundo hace veinte siglos en pobreza y humildad. Al final de los tiempos volverá con poder y majestad para juzgar a vivos y muertos.

Pero, entre la primera y la última venida, tienen lugar otras muchas venidas del Señor al corazón de los hombres y a la comunidad cristiana. Él no cesa de venir constantemente a nosotros por medio de su Palabra, de los Sacramentos, de los hermanos más necesitados y de tantos buenos samaritanos que no dudan en dejarlo todo para compartir su tiempo, su vida y sus bienes con quienes experimentan la soledad y la pobreza.

El tiempo litúrgico del Adviento nos recuerda que es urgente ponerse en camino hacia el Dios que viene a nosotros para mostrarnos su amor, perdonar nuestros pecados y ofrecernos su salvación. No podemos dejarnos atrapar por la indiferencia y el desinterés que, en ocasiones, percibimos en algunos hermanos ante las constantes venidas de Dios a nuestro mundo.

Ante el olvido de Dios y la indiferencia religiosa de muchos bautizados, los cristianos tendríamos que preguntarnos: ¿Estamos dispuestos a encontrarnos con Él? ¿Qué pasos vamos a dar para que este encuentro se haga real y concreto? Podemos tener deseos de que Dios entre en nuestra vida y nos muestre su rostro, pero la preocupación por tantas cosas secundarias y pasajeras puede llevarnos a permanecer distraídos ante la venida del único Rey y Señor que puede ofrecernos sentido, esperanza, perdón y salvación.

Para salir a su encuentro es preciso que busquemos tiempos de silencio y soledad. Sólo, si huimos de los ruidos exteriores y hacemos silencio interior, podremos escuchar la llamada de Dios a permanecer en su amistad y a participar de su misma vida. Por eso, durante el tiempo litúrgico del Adviento, la Iglesia nos invita a todos los cristianos a intensificar la vida de oración y a practicar las buenas obras para permanecer despiertos, atentos y vigilantes al paso del Señor por nuestras vidas. Así podremos ofrecerle la humilde posada de nuestro corazón para que nazca y permanezca en él.

Vivamos este tiempo de Adviento como un regalo de Dios, examinemos nuestra conciencia y salgamos de las tinieblas del pecado para que las obras de la luz brillen en nuestros comportamientos. Acompañados por la Santísima Virgen, que llevó en su seno al Redentor del mundo, esperémoslo y acojámoslo también nosotros en lo más profundo de nuestro corazón con fe y amor renovados.

Con mi saludo cordial, feliz tiempo de Adviento

+ Atilano Rodríguez

Obispo de Sigüenza-Guadalajara

Fuente:: Mons. Atilano Rodríguez

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